domingo, 18 de abril de 2010

The Boys: Ennis vuelve

Hacía ya tiempo que no encontraba nada de Garth Ennis que realmente me enganchase ("tiempo" aquí significa hace casi 10 años). Lo que me enganchó a Ennis fueron trabajos como Predicador, True Faith, Diosa o Sólo un Peregrino (entre otros). Los años que pasó escribiendo Hellblazer para mí están entre lo mejorcito de las interminables aventuras de John Constantine. Más allá de la violencia gratuita, que siempre es bienvenida si está bien llevada, lo que me gustaba de Ennis era su mala sombra. Ese tipo de mala leche que, más que dejarte mal sabor de boca, te atraviesa la lengua como un balazo. Pero Punisher me aburre, Hitman me aburre más aún (además le tengo manía a John McRea, que dibujó este título junto a otros varios de Ennis. No lo soporto al tío, no sé por qué), The Darkness ni lo pude terminar... Violencia gratuita sin la mala sombra de antes pero con sorprendentes sobredosis de moralina. Así que dejé de estar al loro de lo que publicaba. Sin embargo he vuelto a encontrar ese qué-sé-yo que tenía: en The Boys.

Es un cómic sobre antihéroes. En sentido salvajemente literal: Si el "anti-cal" acaba con la cal y el "anti-vaho" acaba con el vaho, estos anti-héroes les revientan las tripas a los "super-héroes" (las tripas o los sesos, a elegir... todo muy Garth Ennis). Tenemos además a cargo de los lápices a Darick Robertson (Transmetropolitan), para mí el amo indiscutible de las gónadas, miembros cercenados y manchas sospechosas del panorama actual del cómic internacional, y del que me confieso fan indiscutible.

La premisa es la siguiente: Hughie es un perdedor nato de Glasgow que, tras presenciar como un chaval volador se carga impunemente a su novia (y cómo...), se une a una especie de grupo de control de superhéroes financiado por oscuros poderes internacionales y capitaneado por un mamón de marca mayor al que llaman "Bill El Carnicero". A partir de aquí tenemos un desfile interminable de cafradas (cometidas por ambos bandos) que, no sé como, acaban siendo simplemente el telón de fondo de dos historias sobre corrupción y crimen organizado bastante interesantes - porque hasta la fecha sólo he podido echar mano a los dos primeros volúmenes.

Desde luego, no recomendaría leerlo a cualquiera, porque es básicamente sexo, violencia, escatología ocasional y un trasfondo rollo Watchmen en plan "el poder absoluto corrompe absolutamente" que puede resultar cansino a algunos y estomagante a otros. Pero, como he dicho, me gusta la mala sombra que lo empapa todo (junto con los variopintos fluidos corporales); llega un momento en el que no tienes claro quienes son los malos, y los únicos genuinamente buenos son los que invariablemente acaban jodidos en grado superlativo. Vamos: la vida misma.

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