lunes, 6 de junio de 2011

Deadwood

Otra, en mi opinión, excelente serie de HBO. Sólo tiene un defecto: que fue cancelada de la manera más vil. Con ese tipo de tijeretazo que duele como un mordisco en la lengua. Luego investigas y resulta que era muy cara para la audiencia que conseguía, lo que hace perder a cualquiera la fe en el buen gusto, dado que despropósitos como Mujeres Desesperadas llevan ya siete temporadas, y lo que queda. Pero vamos, que esto es una tónica de la HBO. Series de producción impecable, obviamente con un coste elevado, que son canceladas tras dos o tres temporadas porque la gente prefiere ver CSI Miami (supongo que será por la cuidada evolución de sus protagonistas y lo impredecible de sus argumentos… O algo). Como ejemplos, a parte de Deadwood: Roma o Carnivale. Y a ver cuánto nos dura Boardwalk Empire.
Deadwood es una serie más o menos histórica. De hecho, Deadwood es efectivamente una localidad de Dakota del Sur (Estados Unidos) que en sus orígenes era un asentamiento minero cerca de Black Hills. Muchos de los personajes principales son históricos (Seth Bullock y Sol Star, Al Swearengen, Calamity Jane y Charlie Utter…), y algunos de los hechos que se relatan también (como el asesinato de Wild Bill Hickok). El periodo histórico en el que se encuadra es precisamente en el que el territorio de incorporó al estado de Dakota, en el siglo XIX. Aunque evidentemente la caracterización y muchos de los acontecimientos son fruto de la enorme mente de David Milch y sus colegas.
En este pueblo los buenos empiezan siendo unos santos y acaban siendo, como poco, moralmente cuestionables. Y los malos son villanos de corte clásico desde el principio, pero al menos tienen sentido del humor. Digamos que de puertas para adentro tiran todos más al negro que al blanco, la diferencia básicamente es que unos lo asumen y otros no. Estos últimos solucionan este conflicto interior entregando su alma a la violencia (ellos) o a las drogas (ellas). Una vez finiquitadas las tres temporadas considero a Al Swearengen uno de los personajes más entrañables con los que me he topado en televisión; más incluso que Espinete; más incluso que la araña Tecla. Lo que no es moco de pavo si tenemos en cuenta que era un proxeneta, un estafador, un asesino, un maltratador y, en general, un hijo de puta de marca mayor. Y me quito el sombrero ante Ian McShane, porque hace un trabajo fuera de serie.
También cabe destacar que la mitad de la plantilla interpretativa de Deadwood parece ser que acabó en Sons of Anarchy, así que al menos no se quedaron en paro. Ver los primeros episodios fue como jugar al Quién es Quién:
Yo: “Anda, ¿ese no es…?”
Esposo: “Es”
Yo: “Uuuuy ¿Y esa no es…?”
Esposo: “Si, es. ¿Y si te callas y escuchamos algo?”

Lo cierto es que por lo que leo por ahí, encuentro muchos espectadores descontentos con la tercera temporada, pero para mí fue cuando la cosa empezaba a coger ritmo. Les quedaba por contar lo mejor: Porca miseria.
En resumen, 8 sobre 10 y el mal sabor de boca que se te queda cuando te dejan con las ganas.

jueves, 2 de junio de 2011

David Fincher is back

Ayer vi La Red Social.
Me ha costado decidirme, y la razón es David Fincher. Llevo más de una década intentando que me guste lo que hace, porque un tipo que ha dirigido (que no escrito) perlas como Seven, The Game o El Club de la Lucha tiene algo; creo que generalmente lo llaman “talento”. Pero hubo un momento en el que cada vez que veía algo suyo me quedaba con esa sensación… de que al verdadero David Fincher seguramente lo habían secuestrado los alienígenas y en su lugar habían dejado a Ramoncín; creo que generalmente lo llaman “estafa” y, en ocasiones “basura”. Primero lo intenté con La Habitación del Pánico, pero lo único salvable era Forest Whitaker, y acabé detestando a Jodie Foster más que a mi profesora de gimnasia del instituto. Luego Zodiac, que es una oda al exceso bastante infumable, por lo visto basada en sucesos reales que nadie tenía muy claros. Y finalmente Bejamin Button, o de cómo conseguir que la vida de Brad Pitt sea tan anodina como la de cualquier otro individuo aunque la viva del revés. Cuando estrenaron La Red Social en cine me dio una pereza infinita, pero pensé que cuando la estrenaran en DVD la vería, porque en algún momento Fincher tenía que volver a hacer algo bueno. Al fin y al cabo, a David Lynch también le pasa y es un genio reconocido: nunca sabes si le vas a hacer la ola o a pedir que te devuelvan dos horas de tu vida con intereses.
No conocía al milímetro la historia de Facebook. De hecho, no la conocía al centímetro. Ni siquiera al kilómetro. Así que después de ver el “filme” utilicé la fuente de conocimiento más completa y concienzuda creada por el hombre: Wikipedia (esto lo hago siempre que consumo algo supuestamente basado en hechos históricos o personajes reales, aunque indefectiblemente acabo con una considerable empanada mental de datos contradictorios sin contrastar. Es algo así como escuchar a Angela Merkel hablar de pepinos). Después de fisgar un poco, el veredicto es “muy entretenida, pero creíble sólo a medias”. Será que si no exageras el Sueño Americano pierdes público. Estos yankees tienen demasiada admiración por el narcisista maligno en general y por el narcisista maligno que se sale con la suya en particular. Pero vamos, dada la horda de subproductos que nos endilgan últimamente, esto al menos está currado y es interesante.
La historia del post-adolescente inmaduro con una buena idea que se le va de las manos y, ya de paso, le soluciona la vida no es ninguna novedad, especialmente en el mercado de información en el que nadamos desde hace unos 20 años (o más). Bill Gates o Steve Jobs realmente revolucionaron (no sólo ellos, pero formaron parte del proceso) la manera de entender y gestionar la información a todos los niveles, pero Facebook no es parte de esa etapa, sino de la siguiente. Google, Youtube, MySpace, Twitter, E-BayWikipedia: hay a millares. De vez en cuando surge algo nuevo, un giro, pequeño o grande, que hace que se tome un determinado camino, o que crea un sinfín de clones: pero el planeta ya existe, sólo lo están poblando. Son meros colonos. Francamente, no creo que Facebook haya cambiado la red, ni tampoco creo que haya modificado la forma de socializar de los seres humanos. Considero, sin embargo, que posiblemente haya modificado y simplificado el concepto de “red social”, que no era nuevo ni mucho menos, hasta el punto de haber provocado un paso en la evolución de la vida social online. Ya no estoy en Facebook, pero lo estuve, y efectivamente es casi adictivo, porque facilita la comunicación con otros en extremo. Cuesta menos llamar que quedar, cuesta menos enviar un e-mail que llamar… Y ahora cuesta menos escribir en el Muro de alguien que enviar un e-mail. Para mantener en marcha el motor de la amistad simplemente haz un click en “Me Gusta” y ya has cumplido, tu conciencia está tranquila. Basta con apretar un botón. Y no es una crítica, porque se trata de un proceso lógico parecido al que hemos seguido con la compra online: no es que hayamos dejado de disfrutar hojeando libros en una librería, es que es más fácil apretar un botón. No es que no te guste andar, es que llegas antes en coche.
Quizás también este tipo de herramientas, y en este caso incluyo los blogs, son una manera muy eficaz de satisfacer por un lado, y a través de lo que publicamos, esa faceta exhibicionista y ególatra que tenemos todos (aquí ven de nosotros exclusivamente lo que queremos que vean) y por otro la curiosidad insaciable que tenemos sobre la vida de otros. Ese cotilla irredento que llevamos dentro.
En fin, supongo que este tema da para escribir océanos de tinta a cualquiera que no viva en un refugio antinuclear y tenga conexión a Internet, así que por el bien de mis dedos y los ojos ajenos es mejor dejarlo aquí.
Volviendo a la película, más en concreto al área interpretativa, nada especialmente destacable a excepción de:
- Que, contra todo pronóstico, Justin Timberlake funciona como Sean Parker. Acongojada me quedé y me la tuve que envainar.
- Que Jesse Eisenberg y Michael Cera tienen que compartir al menos 8 cromosomas… O más.
- Que tengo la memoria facial de una hoja de parra, porque tardé más de 45 minutos en darme cuenta de que Eduardo Saverin (Andrew Garfield) era el Antón de El Imaginario del doctor Parnassus. Tiene tela.
En resumen, es la primera vez que Fincher saca más de un 6 sobre 10 en mi libro desde El Club de la Lucha. Pero vamos, sigue a años luz de lo mejor que ha hecho.


En otro orden de cosas, ayer también probé a poner un foco LED en lugar de uno halógeno en el hogar y he llegado a la conclusión de que el ahorro de energía te deja ciego. Probaré a encender menos las luces para ahorrar, que hasta ahora me ha funcionado.