domingo, 9 de octubre de 2011

The World's Greatest Paddle Adventure: Raqueta Prestada Edition

Pues resulta que finalmente, tras muchos avatares de distinta índole (entre ellos mi resistencia natural a mover esta triste excusa de carcasa de mediana edad medio centímetro más de lo justo para pasar el día) mi compañera y amiga BL y una servidora se decidieron a pedir prestadas sendas raquetas de pádel, coger un paquete de 3 bolas, porque no teníamos más, una muñequera de Superman tamaño XXL también prestada (por el tema de la motivación) y lanzarnos a la pista embutidas en lo que generalmente las marujas 1.0 llevan a clase de Pilates. Esto es, el chándal de oferta en el Decathlon TM y unos tenis.

Allá llegamos las dos, aguerridas, dispuestas, vibrando con la adrenalina a flor de piel y rodeadas de zagalas con faldillas del largo de mi dedo meñique y piernas que provocaban una incómoda mezcla de frustración y desorientación sexual... "¿Qué pista era, BL?" - "La nueve" - "Ah, pues esta es la seis" - "Si... La nueve estará más atrás" - "¿Detrás de la ocho?" - "Claro. Jo tía, menos mal que tienes estudios, porque a mi estar rodeada de tanta masa muscular me acongoja in extremis".

Localizada la pista en cuestión, efectivamente tras la ocho estaba la nueve, me percaté de que las pistas de pádel.... ¡Tienen dos puertas, oigan! Amazing. Qué cosas aprende una. En fin, que entramos cada una por la nuestra ante la compasiva mirada de algunos deportistas asiduos (de esos que ven a distancia que eres de las que cada vez que haces la compra en Mercadona TM tienes que hacer paradas técnicas en cada pasillo apoyada en el carrito)

Y ahí empezó la acción. Qué maestría. Qué espectáculo, Qué manera de sudar. Nunca tres pelotas de pádel visitaron tantas instalaciones deportivas en un periodo de tiempo tan limitado: el rocódromo a babor, el campo de fútbol a la diestra, el paso de acceso a vestuarios... Ese caminito solado por el que las madres paseaban confiadas a sus retoños humanos sin percatarse del peligro que corrían sus tiernas cabecitas. Sin mencionar la clara mejora de la musculatura abdominal que debe producir estar agachándose a por las graciosas bolitas verdes cada vez que se nos iba una de varas (calculo una frecuencia... aproximadamente... si: vergonzosa. Definitivamente). Eso cuando dábamos a las pelotitas en cuestión claro. Porque resulta que las raquetas de pádel son un instrumento claramente diseñado para humillar lo mires por dónde lo mires. Porque son pequeñas. Ya le vale a Nadal, con ese pedazo de matamoscas, cualquiera... Pero con esta mierda de redondelito ridículo...

At last, tras una hora blandiendo elegantemente las raquetas ridículas, de allí salimos, satisfechas por un trabajo no exactamente bien hecho pero que cumplió su función: dejarnos deshidratadas y con dolor de corvas (y en mi caso de barriga, por que yo tiré más bolas fuera).
En principio no me notaba tan mortalmente agotada como cabía esperar, lo que llenó de orgullo mi acelerado corazoncito durante unos diez segundos, concretamente hasta que miré de soslayo hacia un ventanal y pensé, "Pardiez, qué sitio más raro para colgar un extintor"... Pero no era un extintor, sino el reflejo de mi jeta sobre-arrebolada.

En cualquier caso: Volveremos. Como los Aliens.

4 comentarios:

  1. optimizacion de espacio10 de octubre de 2011, 10:03

    la muñequera no es prestada, ya forma parte de tu piel, llévala siempre, nunca se sabe dónde vas a necesitarla: lo mismo vale para guiarte en un sopapo que en un estrangulamiento.

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  2. BL: Fue así como lo cuenta, memorable
    No nos rendimos, la segunda vez el destino no nos ha permitido encontrar pistas, esta semana volveremos a intertarlo!!!!
    Lo importante es participar, no?

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  3. Gracias DP, me compraré unos calzoncillos rojos y una capa para completar el Pack Comansi. Seré indestructible, como el peinado de Anasagasti.

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  4. Juego, Set y Partido.....
    Pero mejor usa los calzoncillos como pañuelo contra el sol y la capa para las fiestas-toga....donde va a parar.

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