viernes, 8 de julio de 2011

Acongojada Me Hallo. O De la Tragedia y Debacle de La Correa de Distribución

Veamos. Hace un par de semanas pedí hora para la revisión de los 60.000 kms de nuestro cochecito con el optimismo habitual y en el taller habitual (que, por dar información realmente innecesaria, es el concesionario y nuestro instrumento un Italiano muy pintón de gasolina). Y allí me presenté yo este Lunes a las 8:45 clavadas según sus indicaciones.
Amabilidad, sonrisas y un coche de sustitución que sonaba como diez matasuegras moribundos y olía como el cenicero de mi hermano pequeño. "Si, si, en cuanto hayamos echado un vistazo te llamo para darte el importe y tal y cual". Lo normal.
Sobre las 11:30 hora zulú me llama un señor muy simpático que me dice que en ese modelo recomiendan cambiar la distribución ya porque parece que peta de mala manera sobre los 70 u 80 mil kilómetros o a los 4 años de vida del carro. Como esto ya me lo avisó mi costilla, viene en el manual y sé que "La Internet" está plagada de historias escalofriantes sobre motores gripados y válvulas destrozadas y reparaciones de 3.000 pavos mínimo, pues le digo que adelante, y que cuánto me importan. Me dice: "Quinientos", le digo: "Ah, bueno", me dice: "Sólo por la distribución", le digo: "¿Perdón?", me dice: "La perdono. Pero habría que sumar lo que salga del resto de la revisión", le digo: "¿Y eso cuánto se llama?", me dice "No sé decirle exactamente, ya la llamaré esta tarde". Bien, pues su llamada espero.
Martes, 13:00 horas. Pienso que igual el Señor Simpático se ha roto los diez dedos y no me puede llamar, así que le hago el favor de llamarle yo... Ante la imposibilidad de dar con él contacto con Señora Simpática de Administración, que me dice que todas las piezas están cargadas y que seguro que para la tarde lo tienen. Pregunto por el importe, Señora Simpática dice: "No sé decirle", le digo: "Habla usted el mismo idioma que Señor Simpático, ¿Son ustedes hermanos?", dice: "Le puedo dar una aproximación", digo: "No se corte", Dice: "¿Unos mil?", digo: "¿Me puede repetir la pregunta, seño?"... Tras esta conversación me doy por desvirgada, y voy asumiendo que un porcentaje indecente de la extra se lo va a llevar el Alfa. En fin, menos mal que Zeus aprieta pero no ahoga.
Unas 35 horas de desolador silencio después llamo nuevamente a estos señores, aún con mi optimismo habitual a pesar del inminente sablazo y que me ha costado 17 intentos y unos 67 improperios dar con ellos. Educadamente le pregunto a Señor Simpático a qué carajo esperan para darme un importe aproximado y una fecha de entrega, porque la carraca de sustitución ya se está encariñando conmigo y esas cosas nunca acaban bien, que soy una mujer casada. Me dice que lo siente hasta el infinito, pero 'que le faltan los patines que les tenían que haber llegado pero no han llegado y claro no puede hacer nada pero que seguro que llegan por la tarde y que para el día siguiente estará'. Yo me quedo muy sorprendida de que el coche lleve patines a parte de las cuatro ruedas que se ven por fuera, pero por si se trata de otro tipo de patines me callo como una perra para salvaguardar mi dignidad y le digo que claro, que con los patines ya se sabe y que, por la gloria de Santa Gertrudis, a cuánto ascenderá la factura. Su respuesta, efectivamente, es: "No se decirle, no lo he calculado aún". Tragándome el "A ver si yo no voy a saber pagarle, oiga" como la pringada profesional que soy, le digo que tenga la inmensa amabilidad de calcularlo y llamarme... Please.
Esta vez sí que me llama (demostrando con ello que sus dedos no tienen problema de movilidad alguno) y me dice que 930 pavos, y que no me cobra los 4 días de carraca de sustitución, sólo uno. Ante este despliegue de generosidad a punto estuve de romper a llorar. Serían las hormonas.
Esa misma tarde ya en el hogar, mi cónyuge, avezado conocedor de los dimes y diretes de los talleres mecánicos, me comunica con delicadeza que "esos cabrones inútiles se han cargado algo y no nos lo quieren decir. Haz el favor de pedirles las piezas sustituidas mañana". Yo, batiendo mi récord personal de inocencia automovilística le respondo: "Tú siempre pensando lo peor. Qué negativo eres. Además, ¿cómo me van a dar las piezas? Eso suena raro. Ya verás como hago el ridículo" (Si, ¿qué pasa?; ciudadana media que se ha sacado el carnet de conducir a los 35 bajo presión y amenaza familiar).
Total, que finalmente me llaman para que pase a recoger al pequeño, y allá voy. Le pido a Señor Simpático que me aclare cada concepto de la factura. Haciendo gala de una paciencia encomiable me va explicando punto por punto qué es cada cosa y enseñándome la pieza vieja. Yo asiento como si supiera de qué habla e intento no parecer tonta del culo con éxito moderado. Repentinamente, algo me llama la atención: "¿Y estos dos plásticos rotos y asquerosos y retorcidos que parece que han intentado pegar con Loctite, no vienen en la factura?". Dice: "Ah, eso son los patines. Y no, no los hemos facturado...". Digo: "Porque los rompieron". Dice: "Sip". Digo: "Y por eso tardaron tanto". Dice: "Sip". Y cerré el pozo, pensando en mi esposo con una mezcla de admiración por su clarividencia y ese asquito que da cuando el contrario tiene razón.
Seguidamente Señora Simpática de Administración me pidió la tarjeta de crédito y procedió a abrirme una nueva vía rectal a través de Caixa Catalunya, y dejó inmediatamente de parecerme tan simpática.
Tras probar al pequeño tanto Cónyuge como yo hemos llegado a la conclusión de que la verdad es que va como la seda, así que a pesar de que no podré sentarme en dos semanas tras esta intrusión, y manteniendo ese optimismo que me caracteriza a pesar de todo, considero que estos 930 puede que me hayan ahorrado 3000 y un susto de escaparate.
Lo que más siento es que, con tanta explicación y tanta mandanga, se me olvidó despedirme de la carraca de sustitución. Hace un rato he oído la lavadora del vecino y me doy cuenta de que quizás fui demasiado fría y distante. Pero ya se sabe que hay trenes que sólo pasan una vez (más que nada porque a este le quedan dos telediarios y una carta de ajuste, así que no creo que nos volvamos a encontrar)

Fin

Como nota al margen: Señores de Fiat-Alfa, cuando cualquier componente de uno de sus vehículos da un resultado peor del esperado, sea por defecto de diseño o de fabricación, endilgar al comprador el coste del cambio prematuro en lugar de asumirlo ustedes o solucionar el problema no aumentará sus niveles de ventas. Es más, me aventuro a decir que por mucho que les sorprenda seguramente esto perjudique su imagen. Se lo digo como amiga.